Déco

Déco

viernes, 12 de julio de 2013

Un día de invierno en julio



Un día de invierno, lluvioso, color mortecino cerca  de la noche, vista borrosa cuan cortina de humo. Se podía palpar el ambiente, el silencio rodea la soledad del momento, roto unicamente por el lamento de algún perro abandonado  en  busca de algo que llevarse a la boca, los pasos firmes provocan un martilleante sonido repetitivo de unos tacones con vida propia, mientras los pensamientos agitan el corazón y la respiración parece buscar cavidad a la respuesta del paso acelerado. Entonces surgen las preguntas …..  ¿hacia donde vamos? ... ¿por qué las prisas?.



Los árboles colocados a la orilla del camino en ambos lados  rinden honores al paso, son la única señal que delimita donde empieza el agua y donde el camino; a lo lejos se pueden divisar las siluetas de algunos bancos en parte cubiertos por la nieve caída durante la noche, nadie en la vereda, nadie en la zona, ¿nadie en la tierra? que silencio tan sepulcral, es posible escuchar el latido de un corazón a millas de distancia, sobre todo si es un corazón que camina sin rumbo, de aquí para allá, en busca de unos ojos sinceros, unas palabras cálidas en las que confiar, en busca de alguien que pueda comprender el valor de una caricia acompañada de una digna sonrisa, un corazón que va a saltos por no tropezar con los guijarros del camino y darse de bruces como es habitual. 

Entre tanto los pensamientos deambulan por la mente a su aire haciéndose miles de preguntas sin respuestas, ¿es que no existe en el mundo nadie apto para comprender? ¿nadie que conozca lo que es capaz de ofrecer un corazón sincero? tal vez estemos equivocados y todo sea una entelequia.

¿Por qué cuesta tanto dar lo que no es vendido ni puede ser comprado? 

¿Por qué es tan difícil hacer que el sufrimiento ajeno cause mella en nuestra alma, hasta el extremo de concienciarnos y ayudarnos? 

Nos matamos por acumular un mundo de cosas que no nos harán felices mas allá del tiempo de poseerlas, mientras lo mas hermoso de la vida pasa ante nuestras narices sin si quiera percatarnos de que con ello se nos va la razón de nuestra existencia. 

Y nos preguntamos ... ¡¡¡¿Por qué?!!!!

¿Acaso somos tan necios, que preferimos abandonar sin habernos permitido disfrutar de la sensación de poder detener el tiempo mientras admiramos la delicada labor de una sencilla abeja recogiendo el polen dentro de una linda amapola, con el fín de  elaborar con gran sutileza el manjar de la vida?, el cual alimentará nuestro cuerpo y nuestro espíritu para regalarnos la oportunidad de transformar nuestras esperanzas en hechos.

A veces es bueno guardar el reloj en el cajón de la mesilla y disponerse a disfrutar de lo que nos rodea, existe tanta hermosura acompañando cada día, que es obligado participar, sonreir y darle valor a lo que es nuestro por derecho y aún no tiene precio: El tiempo. 

Merece la pena.

Lo que se da, se recibe y lo que se recibe puede hacernos muy muy felices o muy muy desgraciados, y a veces en el camino se pierden oportunidades que se brindan a lo largo del recorrido, unas buenas, otras menos buenas y otras verdaderamente maravillosas, ¿dejaremos sin descubrir de que se compone la verdadera felicidad?

Amar y sentirse amado, esa es la magia, amar y sentirse amado, no hay mas, de ahí parte todo el secreto de nuestra existencia.


PD
El tiempo no cuesta, pero sin él estamos perdidos.