Déco

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miércoles, 13 de agosto de 2014

Los grandes placeres de la vida










Se presenta un día caluroso, es la  primera hora de la mañana, yacen apretadas, redondas iguales, sujetas por los brazos expertos de una madre esperando el paso del tiempo con el fín de ser  arrancadas de su protección

para después  ser pisoteadas y estrujadas hasta obtener la última gota de vida, para acabar encerradas en un cuarto oscuro con olor a roble durante meses, o años hasta que por fin  las visten de gala en fino cristal y  permitiendo que luzcan sus rojos sangre y carmesí seduciendo al aforo danzando al son de la luz, impregnando los aromas de su cuidada crianza por doquier  además de perfumar los paladares de sus anfitriones a  flores y frutos

Y es que así son los vinos, manjares divinos  que provocan la alegría y ahogan las penas.



© Carolina Martinez, 2013